4/25/2012

De las trampas de la memoria...

¿Era yo un joven comprometido con la realidad política del país, en los tiempos en los que formé parte de mi "Generación Caifanes"?
Veamos...

Recuerdo haber asistido a eventos, conciertos y recitales. Performances e intervenciones artísticas. Recuerdo haber ido al Tianguis del Chopo y a varios masivos en CU (en ese entonces los masivos eran gratis, había que cooperar al bote, pero uno podía hacerse güey sin mucha culpa). 

Recuerdo un mensaje político y concientizador detrás de todos estos eventos, pero para ser sincero, era en lo que menos me fijaba. Para el yo joven, de entre dieciocho y veinticinco años, lo verdaderamente importante era la música. Era gritar, bailar, desfogarme, saltar, pegarme de madrazos con otro joven tan frustrado como yo porque, a fin de cuentas, para eso íbamos. 

Sí, sé que lo otro también era importante, que estábamos en contra del gobierno y que creíamos en Marcos. Que los magnicidios que presenciamos fueron para muchos de nosotros, señal de que los tiempos de verdad estaban cambiando. Que nadie sintió tanto como nosotros la apertura del mercado y sus nefastas consecuencias. 

Pero la música en general, y el rock en particular, siempre tuvo para mí un significado distinto. Era una comunión a nivel interpersonal con gente con la que, de otro modo, yo no tenía nada en común. Fue encontrarme a mí mismo en el canto del otro, en el sudor del otro, en la rabia del otro. Fue mi bautizo de fuego no como ser político, en el sentido de "el que vive y participa en la vida de la polis", sino como individuo anarquista, en el sentido de caótico... el que quiere que todo muera, que todo sea destruido.

Me pesa decirlo, pero mi conciencia política no nació con el rock, ni con la canción de protesta, que también marcó mi vida. Tampoco vino de la literatura, ni del cine, ni de ninguna expresión artística. Por el simple hecho que yo naturalmente desconfiaba de toda expresión artística que me sonara adoctrinante, tal vez porque presentía la falta de congruencia y memoria que tanto aqueja a izquierdosos y derechosos por igual.

Entonces... no. No era yo un joven comprometido con la realidad política del país. No milité en ningún partido, ni participé en ninguna huelga. No intenté salvar a la patria, porque estaba demasiado ocupado tratando de salvarme a mí mismo.

Pero para eso, la música sí me sirvió.

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