¡Adiós, adiós!
El pañuelito de encaje blanco volando en tu mano con la brisa marina. El olor a sal y pescado penetrantes, imponentes, enmarcando la última vez que te vería, imprimiendo todas las sensaciones de ese día de manera indeleble en mi memoria.
¡Adiós, adiós!
Las gaviotas gritaban sus chillidos desesperados, mientras los demás pasajeros se deshacían en una sinfonía de llantos y conversaciones: charlas sinsentido y despedidas que querían hacerse más largas, prolongarse hasta el infinito.
¡Adiós...!
Mientras el sol quemante abrasaba mis mejillas con un calor que mis lágrimas no alcanzaban a refrescar. Mientras el viento deshacía tu peinado tan cuidadosamente elaborado y alborotaba mi melena como queriendo empujar mi vista que luchaba por alcanzar más allá de sus límites con tal de no dejar de verte.
¡Adiós...!
Una vez más...
Porque esta misma historia se repite, con la misma punzada cerca del corazón, casi justo en medio del pecho; con la fuerza de aquel mismo día; con la misma sensación de suelo abriéndose bajo mis pies cada vez que, como ahora, inadvertidamente, paso caminando junto a una pescadería abierta.
El pañuelito de encaje blanco volando en tu mano con la brisa marina. El olor a sal y pescado penetrantes, imponentes, enmarcando la última vez que te vería, imprimiendo todas las sensaciones de ese día de manera indeleble en mi memoria.
¡Adiós, adiós!
Las gaviotas gritaban sus chillidos desesperados, mientras los demás pasajeros se deshacían en una sinfonía de llantos y conversaciones: charlas sinsentido y despedidas que querían hacerse más largas, prolongarse hasta el infinito.
¡Adiós...!
Mientras el sol quemante abrasaba mis mejillas con un calor que mis lágrimas no alcanzaban a refrescar. Mientras el viento deshacía tu peinado tan cuidadosamente elaborado y alborotaba mi melena como queriendo empujar mi vista que luchaba por alcanzar más allá de sus límites con tal de no dejar de verte.
¡Adiós...!
Una vez más...
Porque esta misma historia se repite, con la misma punzada cerca del corazón, casi justo en medio del pecho; con la fuerza de aquel mismo día; con la misma sensación de suelo abriéndose bajo mis pies cada vez que, como ahora, inadvertidamente, paso caminando junto a una pescadería abierta.
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