Somos la parte más desagradable de la naturaleza.
Más allá de nuestras risibles ambiciones, no hay más que un patético deseo de ser eternos.
La muerte es el acicate que nos empuja hacia delante, llevándonos también de la mano hacia nuestra propia destrucción.
Todos nuestros esfuerzos son inútiles. Rebasamos constantemente límites auto impuestos para seguir viviendo la ilusión de progreso.
No merecemos la pena, y el universo no derramará una lágrima por nosotros una vez que hayamos muerto.
La risa que provoca el ser humano en su fútil intento de obtener poder sobre sus semejantes está mal entendida: creemos que ese tipo de cosas son importantes, y la mofa es una manera de dar reconocimiento a algo que no tiene más significado que el ocaso de cada día.
Si los seres humanos comprendieran que detrás de sus afanes de civilización se encuentran los impulsos animales más egoístas que los conforman, hace mucho tiempo la cultura habría desaparecido.
Nunca se obtuvo nada de la labor intelectual humana como no fuera un puñado de verdades relativas que sólo nos importan a nosotros.
Los malentendidos que llevan a guerras y enfrentamientos que derivan en masacres no están basados en una falla en el sistema lingüístico, sino en la poca capacidad de descifrar el mensaje implícito en una emisión. A veces las intenciones están disfrazadas incluso para el mismo emisor.
Las posesiones materiales tienen peso en el ser de una persona sólo en la medida en que ésta persona las posee. La perspectiva desde fuera jamás da el valor de la posesión de otro.
El peor invento en la historia del hombre es la televisión. Y antes que ella el cine. Y antes que éste el teatro. Pareciera que desde siempre los seres humanos han visto en la simulación una realidad más interesante que aquella que les toca vivir.
Decir que en este tiempo la comunicación es inmediata es vacío. No hay comunicación real cuando no hay mensaje detrás de los signos.
Posiciones políticas implican una elección de vida, pero sólo durante el tiempo que consideremos tales entretenimientos importantes.
Ante la vaciedad de la vida, se debe considerar un despertar el ver directamente en el abismo.
Más allá de nuestras risibles ambiciones, no hay más que un patético deseo de ser eternos.
La muerte es el acicate que nos empuja hacia delante, llevándonos también de la mano hacia nuestra propia destrucción.
Todos nuestros esfuerzos son inútiles. Rebasamos constantemente límites auto impuestos para seguir viviendo la ilusión de progreso.
No merecemos la pena, y el universo no derramará una lágrima por nosotros una vez que hayamos muerto.
La risa que provoca el ser humano en su fútil intento de obtener poder sobre sus semejantes está mal entendida: creemos que ese tipo de cosas son importantes, y la mofa es una manera de dar reconocimiento a algo que no tiene más significado que el ocaso de cada día.
Si los seres humanos comprendieran que detrás de sus afanes de civilización se encuentran los impulsos animales más egoístas que los conforman, hace mucho tiempo la cultura habría desaparecido.
Nunca se obtuvo nada de la labor intelectual humana como no fuera un puñado de verdades relativas que sólo nos importan a nosotros.
Los malentendidos que llevan a guerras y enfrentamientos que derivan en masacres no están basados en una falla en el sistema lingüístico, sino en la poca capacidad de descifrar el mensaje implícito en una emisión. A veces las intenciones están disfrazadas incluso para el mismo emisor.
Las posesiones materiales tienen peso en el ser de una persona sólo en la medida en que ésta persona las posee. La perspectiva desde fuera jamás da el valor de la posesión de otro.
El peor invento en la historia del hombre es la televisión. Y antes que ella el cine. Y antes que éste el teatro. Pareciera que desde siempre los seres humanos han visto en la simulación una realidad más interesante que aquella que les toca vivir.
Decir que en este tiempo la comunicación es inmediata es vacío. No hay comunicación real cuando no hay mensaje detrás de los signos.
Posiciones políticas implican una elección de vida, pero sólo durante el tiempo que consideremos tales entretenimientos importantes.
Ante la vaciedad de la vida, se debe considerar un despertar el ver directamente en el abismo.
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