8/27/2012

Disidencia.

Esta nave ya no va. Y no es que haya dejado de creer, al contrario. Es que hoy creo más que nunca, y por lo mismo, por nuestra supervivencia, es que les digo: es hora de cambiar.

Hace poco recordaba a los ultras, que se enfrascan en diálogos de sordos y parecen encontrar allí su mejor elemento. ¿Por qué siempre que me encuentro con un proyecto que me parece noble y digno, acaba en un estropicio guiado por gente que está enamorada del sonido de su propia voz? El Robespierrerismo es la muerte de todos los movimientos sociales, precisamente porque se acaba la autocrítica, se queman las naves y cantando vamos todos a la nada, en una baile de necios que a nadie le hace bien (¿Recuerdan la huelga de la UNAM en el 99? Yo sí).
A estas alturas del partido, creo que este circo surrealista y absurdo se puede resumir en lo siguiente:

Sí, hubo coacción de votos, que no compra, porque a fin de cuentas la gente votó por quien le dió la gana. Había tácticas y técnicas para evitar que ganara Peña. Aún así ganó. Y ganó porque la mayoría de la gente (ricos, pobres, inexistentes clasemedieros) ejercieron su derecho constitucional de cruzar el sello tricolor y sí, suena romántico y desgarrador reclamar a estas personas el "haber vendido su voto por unas cuantas monedas (o animalitos, que para el caso es lo mismo)" pero fuera de debates filosóficos a cerca de dónde empieza en verdad la voluntad, uno tiene que preguntarse... ¿No es a fin de cuentas de lo que se trata este pedo?

Sí, todas las fuerzas de los medios se unieron para suprimir una vez más, la voluntad de cambio de un sector importante de la población (que no todos, que no se nos olvide) y, una vez más, la promesa de un gobierno distinto se quedó en eso, una promesa incumplida que no nos llevó a ningún lado. Habría que preguntarnos: ¿Y si hubiéramos ganado, entonces qué? Si de algo estoy seguro, es que ningún héroe vive a la altura de sus expectativas, y sí es un trauma muy grande el darse cuanta de ello, pero aparentemente es un trauma ontológico para los mexicanos, así que mejor no le movemos a ese atole. Mi punto es: ¿El cambio habría sido efectivo? ¿En qué sentidos? ¿Y en cuánto tiempo?

Sí, somos el hazmerreír del mundo, pero al menos a mí me queda la conciencia tranquila al saber que no es gracias a mí, ni a mi voto. Me parece más importante marcar ahora distancia de este circo mediático y político antes que sea demasiado tarde para tomarnos por lo menos un poco en serio, y seamos capaces de reírnos de nosotros mismos.

Perdimos la presidencia. O más bien, la perdió Obrador. Pero más allá de ese trauma (doble, además a seis años de distancia) y más allá de quedarnos clavados otra vez en esa situación, la acción ahora debe de ir en el lado opuesto. Ser vocal acerca del robo, acerca de la estupidez y acerca del cinismo es el primer paso, el segundo es organizar, de manera serena y segura, la oposición. Basta entonces de comedias chafas y pataletas por algo que estaba perdido desde antes de luchar, es tiempo de resistir, desde el humor, la cultura, la vida misma. Pedirles a todos que lo hagan sn jaladas. Los ultras siempre serán ultras y los gritos ahogarán las ideas. Pero los pocos, los muchos, los cercanos a el líder (porque no puede ni podrá ya jamás quitarse el manto de líder, moral o inmoral de la oposición) somos corresponsables en llevar a cabo una lucha inteligente, preparada y noble, que nos represente a todos y todas de manera fiel, y no en forma de la caricatura de lo que alguna vez fuimos.

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