No se podía estar seguro de lo que era, pero sí sabía que había algo inquietante, tal vez peligroso, acechándole desde hace tiempo. La sensación de cosquilleo en la nuca y los pasos ahogados detrás de los suyos mientras caminaba hacia su casa. El tipo de cosas que todos llegamos a sentir en un momento dado. Con la mano aún en la manija, dudó un poco antes de abrir por completo la puerta. Tampoco se atrevía a voltear.
Suspiró, cerró los ojos un instante y se permitió dos pasos rápidos antes de cerrar la puerta detrás de sí. Con la mano buscó el apagador. La luz tardó en iluminar la estancia, las lámparas fluorescentes ya empezaban a fallar (las había cambiado apenas, habría que ir a la tienda y reclamar la garantía, tal vez al día siguiente). Dejó la bolsa y las llaves sobre la mesa. Como siempre, nadie (¿nadie?) esperando su llegada. Se metió en la cocina. No alcanzó a abrir el refri. En su mente el instante se hizo eterno: su mano estirándose tratando de alcanzar la agarradera de la puerta y el frío del metal que, sutilmente, le desgarraba la fina piel de la nuca. El calor de su sangre comenzando a derramarse y después la desconexión total de sensaciones. Una fotografía de su último momento, y el alivio que da la certeza de saber, sin lugar a dudas, que lo suyo nunca fue pura paranoia.
Suspiró, cerró los ojos un instante y se permitió dos pasos rápidos antes de cerrar la puerta detrás de sí. Con la mano buscó el apagador. La luz tardó en iluminar la estancia, las lámparas fluorescentes ya empezaban a fallar (las había cambiado apenas, habría que ir a la tienda y reclamar la garantía, tal vez al día siguiente). Dejó la bolsa y las llaves sobre la mesa. Como siempre, nadie (¿nadie?) esperando su llegada. Se metió en la cocina. No alcanzó a abrir el refri. En su mente el instante se hizo eterno: su mano estirándose tratando de alcanzar la agarradera de la puerta y el frío del metal que, sutilmente, le desgarraba la fina piel de la nuca. El calor de su sangre comenzando a derramarse y después la desconexión total de sensaciones. Una fotografía de su último momento, y el alivio que da la certeza de saber, sin lugar a dudas, que lo suyo nunca fue pura paranoia.
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