¿Porqué son tan populares los zombies?
¿Cuál es el encanto que esconden una parvada de cadáveres reanimados ansiosos de consumir cerebros?
¿De dónde esa fascinación por el contagio, por querer ser uno de ellos?
Vienen varias razones a mi mente. No se debe pensar que tal furor es causado por el bombardeo inmisericorde al que estamos expuestos desde los más diversos frentes. The Walking Dead en televisión, o las 14 películas producidas sólo en este año que termina, o los múltiples videojuegos; las marchas zombies... Todos ellos no son más que la oferta que las corporaciones tienen para nosotros, los hambrientos por más y más carnicería.
¿Cuál es, en fin, la causa de la zombificación del mundo en que vivimos? Para poder entenderlo, tenemos que pensar en lo que los zombies son, y lo que hacen
Un zombie no vive. Es una pobre recolección de carne que, pasado su tiempo de vida "normal", es obligado de una u otra forma a seguir viviendo. La vida del zombie, si es que así se puede llamar, consiste en esperar a que la descomposición de la carne acabe por llevárselo definitivamente. Llevado por la inercia de la horda, el zombie se deja arrastrar consumido por cubrir las necesidades más básicas de la vida: alimentarse y reproducirse. Cosa curiosa que se cumple además en el mismo acto: aquel que cae víctima de los muertos vivos, se convierte también en uno de ellos.
Los zombies no producen nada, no cumplen ninguna función. Son solipsistas ya que la comunicación entre ellos es impracticable. Sin embargo, se mueven en grupo siguiendo un impulso primitivo que los lleva siempre a lugares donde la vida florece. ¿Aborrecen por ello la vida? ¿O son víctimas de sus impulsos? Poco importa lo que se crea, pues el resultado es el mismo: la aniquilación total de la vida, la absorción de los menos por los más, el clamor silencioso de uniformidad total: La utopía cumplida cabalmente.
En el espíritu de la horda, el zombie se encuentra en su elemento. Es la cantidad al fin la que crea el verdadero peligro. Un zombie solo debe ser un blanco fácil. Lento e incapaz de resolver problemas, cualquier persona con un mínimo de preparación puede hacerles frente. Una horda es un problema mayúsculo, no por la organización de la horda en sí, sino por la ventaja que crea la cantidad. La mejor estrategia acaba siempre cediendo ante la presión de los más. Aquellos que aún conservan su humanidad se ven siempre obligados a escapar eternamente, buscando proteger el legado de siglos y siglos de historia y cultura de la extinción absoluta a manos de los descerebrados hambrientos.
Y la fascinación que provoca en nosotros es, al fin, la misma que la de la cultura de masas... Más allá de gritos y sustos, sabemos exactamente cual será el final de la aventura. Tarde o temprano ellos serán más, y acabarán por imponerse.
Los zombies nos dan miedo porque son una metáfora de lo que somos y de lo que podemos llegar a ser. La sociedad actual y de todos los tiempos es una dialéctica entre el perezoso movimiento de las masas contra el espíritu manifestándose en personalidades individuales. Habría qué preguntarse, cada vez que uno se enfrenta a una de estas simuladas batallas entre los vivos y los no-muertos ¿De parte de quién me pongo? ¿Cuál es la identidad con la cual me identifico? Y cuidado, que la respuesta tal vez le acabe sorprendiendo.
Yo, por lo pronto, jamás me vestiré en harapos cubiertos de sangre falsa para ser uno más de ellos.
¿Cuál es el encanto que esconden una parvada de cadáveres reanimados ansiosos de consumir cerebros?
¿De dónde esa fascinación por el contagio, por querer ser uno de ellos?
Vienen varias razones a mi mente. No se debe pensar que tal furor es causado por el bombardeo inmisericorde al que estamos expuestos desde los más diversos frentes. The Walking Dead en televisión, o las 14 películas producidas sólo en este año que termina, o los múltiples videojuegos; las marchas zombies... Todos ellos no son más que la oferta que las corporaciones tienen para nosotros, los hambrientos por más y más carnicería.
¿Cuál es, en fin, la causa de la zombificación del mundo en que vivimos? Para poder entenderlo, tenemos que pensar en lo que los zombies son, y lo que hacen
Un zombie no vive. Es una pobre recolección de carne que, pasado su tiempo de vida "normal", es obligado de una u otra forma a seguir viviendo. La vida del zombie, si es que así se puede llamar, consiste en esperar a que la descomposición de la carne acabe por llevárselo definitivamente. Llevado por la inercia de la horda, el zombie se deja arrastrar consumido por cubrir las necesidades más básicas de la vida: alimentarse y reproducirse. Cosa curiosa que se cumple además en el mismo acto: aquel que cae víctima de los muertos vivos, se convierte también en uno de ellos.
Los zombies no producen nada, no cumplen ninguna función. Son solipsistas ya que la comunicación entre ellos es impracticable. Sin embargo, se mueven en grupo siguiendo un impulso primitivo que los lleva siempre a lugares donde la vida florece. ¿Aborrecen por ello la vida? ¿O son víctimas de sus impulsos? Poco importa lo que se crea, pues el resultado es el mismo: la aniquilación total de la vida, la absorción de los menos por los más, el clamor silencioso de uniformidad total: La utopía cumplida cabalmente.
En el espíritu de la horda, el zombie se encuentra en su elemento. Es la cantidad al fin la que crea el verdadero peligro. Un zombie solo debe ser un blanco fácil. Lento e incapaz de resolver problemas, cualquier persona con un mínimo de preparación puede hacerles frente. Una horda es un problema mayúsculo, no por la organización de la horda en sí, sino por la ventaja que crea la cantidad. La mejor estrategia acaba siempre cediendo ante la presión de los más. Aquellos que aún conservan su humanidad se ven siempre obligados a escapar eternamente, buscando proteger el legado de siglos y siglos de historia y cultura de la extinción absoluta a manos de los descerebrados hambrientos.
Y la fascinación que provoca en nosotros es, al fin, la misma que la de la cultura de masas... Más allá de gritos y sustos, sabemos exactamente cual será el final de la aventura. Tarde o temprano ellos serán más, y acabarán por imponerse.
Los zombies nos dan miedo porque son una metáfora de lo que somos y de lo que podemos llegar a ser. La sociedad actual y de todos los tiempos es una dialéctica entre el perezoso movimiento de las masas contra el espíritu manifestándose en personalidades individuales. Habría qué preguntarse, cada vez que uno se enfrenta a una de estas simuladas batallas entre los vivos y los no-muertos ¿De parte de quién me pongo? ¿Cuál es la identidad con la cual me identifico? Y cuidado, que la respuesta tal vez le acabe sorprendiendo.
Yo, por lo pronto, jamás me vestiré en harapos cubiertos de sangre falsa para ser uno más de ellos.
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