6/01/2013

Amor.

Después de conocerse, esperaban un milagro: las típicas campanas sonando detrás de su cabeza; las aves volando en círculos concéntricos que iban a parar, delicadamente, en las manos de los dos. 

Descubrieron, sin embargo, que las escenas cinematográficas que retratan ese animal tan extraño llamado "amor" no eran más que eso: escenas ideadas por una mente trasnochada y sumergida en cursilería; fantasías animadas que eran demasiado obvias para nuestros abuelos, que no crecieron creyendo que el cine era realidad, sino entretenimiento y, como tal, dado a excesos que la vida no regala.

Decepcionados, arrojaron tras de sí la vida que les había sido prometida, pues no era el jardín de dulzuras que ellos imaginaron. Se dijeron adiós, sin voltear a ver sus rostros.

Ahí, donde estaban parados, una flor había nacido. Pero no la alcanzaron a ver. Sus ojos, pesados de sueños, se volvían a cerrar. Continuaron el resto de sus vidas buscando esa misma flor. 

No la encontraron nunca.

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