2/15/2013

Lamento.



Pan.
Agua.
Palabras que alguna vez tenían objeto.
Que recordaban sensaciones alguna vez sentidas como tales
Y no como recuerdos
Como pálidas imágenes de algo perdido hace ya mucho tiempo.
Y el tiempo,
Un concepto cada vez más inaccesible
Desde que se tuvo la dudosa fortuna de volver de la muerte.

Andar bajo el sol,
Esa luz amarilla pesada
Que cala hasta los huesos.
Y esa conciencia de los huesos soportando la piel,
Como una estructura invisible pero sólida
Que nos lleva paso a paso a alcanzar
¿qué…?

Sentarse bajo la sombra de la acacia
Y no sentir el fresco que descansa,
Ni el aire que refresca.
Añorar el dolor como una caricia lejana
Que mi madre dejó en mi mejilla antes de retirarse a dormir
Y mis ojos se escondían de la oscuridad bajo las cobijas.
Refugio más oscuro, pero más dulce.
¿Qué era lo dulce?
Palabras huecas, que no explican, que no se sienten.
Y el vacío, todo lleno de un vacío que nos hace maldecir el nombre de aquel que nos sacó de la tumba para su propio beneficio, para probar un punto importante sin duda para él, pero no para mí, que a diario desfallezco en esta media vida donde pan y agua son dos palabras que no me llevarán ya a ningún lado.

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